No supe ver qué desgarrador era el silencio de Rocío

Habla Rocío

Esta semana todo en mi vida es Rocío Carrasco. Desde que el martes se anunciara en ‘Sálvame’ que la hija de la Jurado rompía su silencio el país se ha puesto patas arriba. Cuando empiezan a preguntarse que por qué habla ahora, que lo hará por dinero y chuminadas por el estilo, se me escapa un bostezo. A mí estos debates me parecen una estupidez, qué quieres que te diga. 

Lo de Rocío Carrasco y Antonio David no es un partido de fútbol. Claro que como seres humanos que somos –algunos más que otros– nos nace lo de escoger equipo y vociferar para que gane el nuestro, pero creo que aquí no se trata de eso. Ni tan siquiera de que cada uno de ellos intente convencernos. Creo que de lo que se trata es de escuchar.

Veo a mi madre

Almuerzo en casa de mi madre y a las cinco aparece mi hermana Ana con su marido, Eduardo. Mi hermana dice que debería adelgazar entre tres y diez kilos. La horquilla me parece amplia, pero yo me callo porque si le doy cuerda tengo conversación hasta finales de 2023. Mientras vamos en la furgoneta de la compañía hacia Viladecans le dejo caer que vaya a una dietista y me responde muy contundente: “No, que me pondrá a dieta”. Y ante eso opto por el silencio, claro.

Qué bonita función nos sale en Viladecans. Vuelvo a casa feliz. Al día siguiente puteo a mi madre con el teléfono. La llamo desde mi móvil a su fijo para pedirle un café, luego otro y ya después unas tostadas con pan con tomate y aceite. Siempre piensa que la llama una de sus hijas y, cuando escucha mi voz al otro lado del teléfono, me troncho.

Brutal confesión de Rocío

La emisión del capítulo cero de la serie documental de Rocío Carrasco nos deja a todos en plató noqueados. El silencio se apodera del lugar porque, tras la brutal confesión de Rocío, no te viene a la cabeza qué decir. Solo callar y reflexionar sobre cómo se ha podido llegar a esta situación.

Sé que Rocío y Fidel intentaron quedar conmigo con el fin de explicarse, pero yo evité ese encuentro porque veía a la pareja muy desnortada, enmarañada en unas cuestiones legales con poco fuste. Y sobre todo la veía a ella muy descentrada. Con los pies poco pegados al suelo. No supe ver qué desgarrador que era su silencio.

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