Me siento libre pero siempre y cuando esté callado

Del fin de “Aquí hay tomate” han pasado más de once años. Hubo muchos días de lluvia y de tormentas incluso. Momentos en los que tuve ganas de huir, de desaparecer, de dejarlo todo. Épocas en las que me castigaba, odiaba mi trabajo y coqueteaba con la autodestrucción.

Es complicada la exposición en nuestro trabajo porque te obliga continuamente a enfrentarte a unos juicios para los que mentalmente no siempre estás preparado. La popularidad te coloca en un lugar para el que nunca te han preparado y hasta que te acomodas tienes que lidiar con situaciones muy complicadas.

Un psicólogo me dijo en cierta ocasión: “El foco es tóxico”. Quizás no el foco en sí pero sí todo lo que le rodea. Aguantar en esta profesión exige fortaleza mental y no tanto seguridad en uno mismo sino ser consciente de que no siempre vas a acertar. Pero tus equivocaciones siempre tendrán mayor repercusión porque son públicas. Estoy viviendo la mejor época profesional de mi vida. Me va bien tanto en la televisión como en el teatro. Pero nunca antes había tenido tanto sentimiento de provisionalidad, de que mañana puede acabarse todo, de que hay que tener las maletas preparadas porque en cualquier momento te pueden mandar a paseo.

Y aunque parezca paradójico es esta certeza de que todo es efímero lo que me hace más sereno. Y, por encima de todo, más libre. Libre dentro de un orden, porque cuando uno presenta un programa con muchísimo éxito debes tener un cuidado extremo. Tus palabras serán medidas al máximo y ¡ay de ti! si sacas los pies del tiesto. A las primeras de cambio te montan una campaña en redes y te envían a tu casa.

El éxito te hace vulnerable, no más fuerte. No nos engañemos. Si de verdad pudiera expresarme con libertad sobre cualquier tema a lo mejor no estaría trabajando. Pero esta sociedad tan inquisitiva no admite pensamientos a contracorriente. Resumiendo: que me siento libre, sí. Pero siempre y cuando esté callado. O sea, pura esquizofrenia.

Lee más en Lecturas.com