Desde niño me ha acompañado la palabra «maricón»

Maricón desde niño

Antes de ser maricón era “el maricón”. Quiero decir que antes de que yo tuviera claro que me atraían los hombres los demás ya lo daban por supuesto. Quizás porque me gustaba pasar más tiempo con las niñas. O porque era un negado para el fútbol. O porque era un poco afeminado. El caso es que desde muy pequeño me ha acompañado esa palabra y similares: “marica”, “moña”, “sarasa”.

A veces me provocaba mucha angustia. Y miedo. Y soledad. Y ansiedad. Pero tengo que decir que no sufrí acoso en el colegio. Que no me pegaron por ser marica. Que lo utilizaban como un insulto, pero no me hicieron la vida imposible.

Lo que me produce auténtico pavor es que vayan pasando los años y, en vez de avanzar, retrocedamos.

No al discurso del odio

Francamente, no entiendo cómo hemos llegado hasta aquí. Qué ha sucedido en la sociedad española para que después de una época en la que el colectivo LGTBI había conseguido después de mucho esfuerzo unos derechos que le pertenecían como a cualquier otro ciudadano, parece que volvamos ahora a la casilla de salida del oscurantismo.

Se están incrementando de una manera altísima las agresiones a miembros del colectivo. La gente vuelve a tener miedo de salir a la calle, algo que hacía muchos años que no existía. Una sociedad que no acepte la diversidad es una sociedad echada a perder. Intolerante. Agresiva. A nadie se le obliga a ser gay. Lo que no debemos tolerar es que se nos rechace por nuestra condición sexual.

Hay que rectificar

Trabajo en la televisión desde hace casi veinticinco años y jamás he sentido que en el medio se me discriminara por mi condición sexual. Pero cuidado, porque no podemos confundir la televisión con el mundo real. No podemos mirar hacia otro lado, escudarnos en que ya hemos conseguido mucho para estar quejándonos continuamente. No. Está claro que no podemos bajar la guardia. Que la lucha continúa.

Tenemos que plantarles cara, hacerles frente, no dejarles pasar ni una. Admiten nuestra existencia siempre que volvamos al armario. Y eso, nunca más. Porque la obligación de una sociedad comprometida es mirar siempre hacia delante, no repetir errores del pasado y luchar para que, año tras año, década tras década, el ser humano sea cada vez más libre.

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