No me gusta lo establecido

Por fin, es junio. Llega el calor y, con él, se derriten esos problemas que en invierno nos han machacado. A mí, junio me produce cierto desasosiego. Lo relaciono a la época de exámenes, a estudiarme el último día el examen del día siguiente. Lo dejaba todo para última hora ante el enfado de mi padre. Hace poco, volvía a soñar que me faltaba un examen para acabar la carrera y que no había estudiado nada. Sin embargo, a diferencia de otras veces, la angustia desapareció porque me sentí capaz de decirle a mi padre que no solo no había acabado la carrera, sino que, llegados a este punto de mi vida, no pensaba sacármela. Fue como reconciliarme con una parte de mí que me intranquilizaba: la de haberle decepcionado.

Para mi padre existían dos figuras intocables: Jordi Pujol y Juan Carlos I. Visto lo visto, parece ser que no tuvo mucho ojo, aunque también es verdad que durante muchísimos años se contaban por legión los que adoraban a estos dos seres que llegaron a ser mitológicos. De Pujol, poco se sabe y parece que mejor. Y del rey emérito pues decir que se ha ido por la puerta de atrás. Amante de la juerga y el cachondeo, vivió durante demasiados años a espaldas de un país en crisis. Pero él pensaba que con tener sol y sangría podíamos darnos por satisfechos. Yo lo respetaba, pero para mí, es ahora un monarca con demasiados interrogantes.

La que sale reforzada de toda esta historia es doña Sofía, porque no hay nada que nos guste más que venerar a una mujer víctima de los despropósitos de su marido. No sé a vosotros, pero, a mí, me gustaría saber en qué manos hemos estado verdaderamente durante todos estos años. Quizá no nos lo lleguen a contar para protegernos, fíjate tú.

Llega junio y, con él, las verbenas. No me gustan las noches en las que hay que salir y divertirse por decreto. No me gusta lo establecido. Disfruto pensando que la vida te puede sorprender en cada esquina. Pero si los años me están enseñando algo es a comprender que el desencanto no tiene por qué ser un mal compañero de viaje. Vivir es saber que, en la mayoría de las ocasiones, siempre pasa nada.

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