Vuelvo a Marrakech, el lugar donde me dio el ictus y casi la palmo

Vuelvo a Marrakech cuatro años después de que me diera el ictus en una discoteca llamada British. Que el fin de tu mundo te pille bailando. He venido con P. y estoy barajando la oportunidad de que me acompañe a la puerta de la discoteca para hacerme una foto, por aquello de darle cuartelillo a la nostalgia, pero no tengo yo muy claro si volveré al lugar donde estuve a punto de pasar al otro barrio. No por superstición sino porque está a 800 metros del hotel y no quiero ponerme deberes. Vengo con ganas de disfrutar a ritmo lento. Confundirme con el caos de la ciudad, pasear a ritmo lento, pensar en casi nada, sentarme en un café y hartarme de mirar sin ser mirado.

Así que hace cuatro años estuve a punto de morir en plena madrugada en una discoteca de Marrakech. A ese viaje –que no a la discoteca– vino conmigo C. y yo estuve el resto del tiempo castigándome por haber bebido tanto esa noche. Porque lo del ictus me lo diagnosticarían una semana después, yo pensé que me había desmayado por la ingesta de alcohol. Y venga a martirizarme. Y venga a decirme que por ese camino no podía seguir. Y venga a imaginarme escenarios tenebrosos: “Madre mía –le decía a C.– esto me llega a pasar en Madrid, me hacen una foto y mira qué disgusto le doy a mi madre”. Y C. aguantándome porque es una santa pero, sobre todo, sin soltarme consejitos porque no soporto que en esos momentos de crisis alguien intente consolarme con mierdas de pensamientos p sitivos o de superación. Cuando estás en el hoyo te aguantas e intentas soportar el tirón como sea. Teniendo en cuenta, por encima de todas las cosas, que ese mal momento también pasará. A lo que iba: que no me morí ni nada. Pero tuve que cortar la gira de ‘Grandes Éxitos’ –mi segunda función– y parar con la tele una temporada. Durante el tiempo que estuve fuera de servicio, creo recordar, estuve tristón porque pensaba que el resto de mi vida lo iba a tener que vivir a medio gas.

Enseñanza de este blog: no pierdas el tiempo pensando en lo que harás más allá de la próxima semana porque de repente se hace carne el tío Paco con las rebajas y envía tus planes a tomar por saco. Cuando comenzaba a recuperar el ánimo y con otra obra de teatro a punto de estrenar apareció una pandemia. Que mira que nos hemos acostumbrado a pronunciar la palabra pandemia pero lo que hemos atravesado ha sido muy grave y nos ha dejado a todos un poco cucús de la cabeza. Y para más inri, se me va mi Mila. Y ahora que echo la vista atrás he pasado cazando moscas hasta antes de ayer. Sobreviviendo. Pero creo que las cosas se están empezando a poner en su sitio y este viaje a Marrakech tiene para mí una carga simbólica de la hostia. Cerrar un círculo pero en plan bien. Vuelvo al lugar donde estuve a punto de palmarla para iniciar lo que me queda de vida. Supera tú eso. Estoy dejando atrás una etapa de nubes negras en la que no han abundado ni las risas ni las alegrías. La desesperanza me ha ganado muchas veces la partida y he encontrado poco consuelo en lo que antes me provocaba gustito. Estaba muriendo una época de mi vida y yo me resistía a despedirme de ella. Ahora, con ese duelo ya casi finalizado, me siento más tranquilo para enfrentarme con buen ánimo a lo que venga.

Blog completo en la revista Lecturas.