Tras la marcha de Mila, me refugio en ‘Sálvame’

Me acuerdo de Mila

Camino de Tollemolinos –donde actúo mañana domingo– acabo de pasar con el coche por Granada y me he acordado de Mila. Quiero decir que me he acordado más intensamente, porque acordarme acordarme, lo que se dice acordarme, me acuerdo a todas horas. Pero me han venido a la memoria las dos veces que estuve en Granada con ella.

Vacaciones en el aire

A estas alturas de temporada suelo estar que muerdo. Irascible, agotado, peleado con la vida y deseando que lleguen las vacaciones para intentar calmar una ansiedad que suele devorarme a dentelladas. Pero fíjate tú a qué alturas estamos de año y aquí estoy tan pichi. Yendo a trabajar con alegría y sin saber dónde me voy de vacaciones, que es algo que me da una tranquilidad enorme.

No me apetece meterme en un hotel exquisito perdido de dios, del mundo y de todo. No me nace programarme las vacaciones al dedillo. Lo que me apetece de verdad es llegar a casa el domingo uno de agosto, ver a qué ciudad con playa puedo coger un vuelo y adelante.

Una familia televisiva

Después de que Mila se fuera uno de los sitios que mayor paz me proporciona es el plató de ‘Sálvame’. En él me siento seguro, arropado, entendido. Compartir emociones con Belén Esteban, Kiko Hernández, Belén Rodríguez, Lydia Lozano, Matamoros o Patiño me ha salvado la vida.

Hace poco estuve en Barcelona promocionando las funciones que voy a hacer en el Tívoli y todos los compañeros me preguntaban que por qué trabajaba tanto. En el trabajo he encontrado a un grupo de personas con el que llevo compartiendo la vida más de diez años.

Quizás no todos sean amigos íntimos, pero después de tantísimo roce forman parte de mi entramado emocional más cercano. No aguantaría tantas horas en televisión si no estuviera rodeado de gente como ellos.

Adiós a la Bardem

Qué pena me da la marcha de Pilar Bardem. La admiraba mucho, y más desde que leí ‘La Bardem’, su libro de memorias, que recomendé varias veces por televisión. Si todavía no lo habéis leído, tenéis ahora una buena oportunidad.

Siempre que me acuerdo del libro me vienen a la memoria las maratonianas jornadas de trabajo a las que tenía que hacer frente Pilar para sacar adelante a su familia: rodajes de cine, de televisión, teatro. Todo en un mismo día y un par o tres de horas al día para mal descansar en un camerino.

La vida de los cómicos españoles, a los que no les hemos tenido mucho respeto porque durante años los considerábamos poco trabajadores y derrochadores, cuando la mayoría de ellos han llegado a la vejez en situaciones muy precarias por las malas condiciones laborales que tenían que soportar.

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