Quedan pocas estrellas como Massiel, culta, comprometida y generosa

Belén, 20 años después

Estos días han estado marcados por la vuelta a los orígenes de la separación entre Belén Esteban y Jesulín de Ubrique. Han pasado casi veinte años de la historia y al poner los vídeos de la época los colaboradores y yo mismo no hemos podido apartar los ojos de la pantalla. Ahí es cuando te das cuenta de cuándo una historia tiene fuerza o no: si aprovechas para mirar el móvil, malo. Si en plató se hace el silencio, maravilla. En mayor o menor medida todos los que trabajamos en ‘Sálvame’ hemos vivido la historia de Belén. La conocemos desde el principio de los tiempos y nos sabemos su biografía al dedillos. A lo largo de todos estos años ha cometido errores, claro. Y muchos de ellos alentados por los medios para los que trabaja, no seamos hipócritas.

Pero si hay algo que la avala es su coherencia. Lleva contándonos veinte años lo mismo y es ahí donde radica su grandeza. Ahora que estamos removiendo la historia gracias a unas cintas de Diego Arrabal que tienen la friolera de veinte años, Belén vuelve a la palestra y lo hace como jamás lo hubiera imaginado: con frialdad, distanciamiento y a veces incluso con fina ironía. Es curioso pero su historia ya no es su historia.

Massiel ha vivido y ha salido indemne

Massiel pertenece a la vieja escuela, a esa que se toma una entrevista con la misma seriedad que una actuación. Y entonces pasa lo que pasa: que el público se queda pegado y cuando la estrella abandona el plató nos quedamos todos con un puntito de melancolía, con una nostálgica sensación de que quedan pocas así. Porque aparte de llevar toda la vida currando, Massiel posee una memoria prodigiosa, es lista como el hambre, culta, comprometida y generosa. Ha alternado con nuestras glorias nacionales —Rocío Durcal, Rocío Jurado, Lola Flores…— y con los intelectuales más afamados de nuestro país. Ha vivido, ha salido indemne y encima sabe contarlo. A sus pies, señora. El sábado nos llegó al alma. Por muchos más sábados así.

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