Día que pasa sin haberte enamorado es un día que corre en tu contra

El jueves tengo un coche a las siete y media de la mañana en la puerta del hotel de Barcelona para iniciar un intenso día de promoción de ‘Antes del olvido’, así que Cristina y yo decidimos viajar un día antes para hacer noche en la ciudad y poder levantarnos al día siguiente a una hora prudencial: a las seis y media de la mañana. El viaje en AVE lo hago durmiendo enterito. Me pasa lo mismo en un avión o un coche. Me quedo KO en cuanto se empieza a menear. El hotel de Barcelona está justo enfrente de la tienda donde conocía P., lo que me da pie a contarle a Cristina el principio de nuestra historia de amor mientras paseamos por la Diagonal. Me encanta recordar la historia, pero al mismo tiempo me produce cierta melancolía: echando cuentas, hace como unos catorce años que no me he vuelto a enamorar. La última vez fue de P. y fue a lo bestia y desde entonces no he vuelto a sentir esa sacudida sísmica que pone tu cuerpo del revés y que consigue darle belleza y esplendor a esa vida que de tanto usarla nos parece ya gastada. Echo la vista atrás y durante todos estos años no ha aparecido nadie en mi vida que me haya hecho mínimamente gracia. Eso de volverte loco hace mucho que no lo siento. No lo descarto, porque no me gusta vivir con la sensación de estar de vuelta de todo, y sigo pensando que la vida puede seguir sorprendiéndote hasta que acabe. Y fíjate que creo que en estos momentos una alegría en este aspecto me vendría pintiparada, que es una palabra antigua como la madre que la parió a la que le tengo un afecto especial. He revisado su significado y no tengo muy claro que cuadre en esa frase. En cualquier caso, quedaos con ella para poder utilizarla en el momento preciso y ya veréis qué alborozo produce a vuestro alrededor cuando la pronunciéis. Me preguntan en muchas entrevistas si tengo ganas de enamorarme y me quedo en blanco. Porque vivir teniendo ganas de enamorarse provoca frustración. Día que pasa sin haberte enamorado es un día que corre en tu contra. Y entonces la idea del enamoramiento llega a convertirse en algo obsesivo que puede conducir a la desesperación. Y no quiero vivir así. Enamorarse puede suceder o no. Cuando sucede, y yo lo he vivido, es algo hermoso. Pero esas etapas en las que no pasa no podemos dejarnos invadir por la angustia porque entonces te olvidas de vivir, que al fin y al cabo es de lo que se trata cuando aún respiras.

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