Desde que ha vuelto con Tamara Falcó, Íñigo Onieva está antipatiquísimo

Aver si la semana que viene no pasa nada que nos vuelva locos y le dedico unas líneas a Isabel Preysler, que tengo ganas. No me gusta el ninguneo al que está sometiendo a Boris Izaguirre. Porque si hay una persona en este país que ha sido muy generoso tanto como la Preysler como con Tamara se llama Boris Izaguirre. Y me parece terrible que durante todo este tiempo en el que se ha puesto en entredicho la relación de Boris con el clan ninguna haya tenido la delicadeza, valentía y educación para dar un zapatazo en el suelo y proclamar a los cuatro vientos: “A nuestro Boris, ni tocarlo”. Pero nada. Ni un ahí te pudras. Muy mal. No soporto a esta gente que exige sumisión absoluta. Por cierto: desde que ha vuelto con Tamara, Íñigo está antipatiquísimo. Y bastante faltón con la prensa. Estaba mucho mejor cuando ejercía de mero accesorio de Tamara y no ahora que va de caballero que se viste por los pies protegiendo a su pía prometida. Le va mejor el papel del bolso que de Don Quijote.

Blog completo en la revista Lecturas.