Casado me tranquiliza

Jamás votaré a Pablo Casado ni al PP, pero su discurso en la moción de censura me produjo tranquilidad, tengo que reconocerlo. Porque el mal rollo ha durado demasiado tiempo. El «hasta aquí hemos llegado» de Casado a Vox es música celestial y lo demás son tonterías. El discurso de Casado sirvió para demostrar lo que es Santiago Abascal: la nada. En estado puro. Conozco a chavales de 15 años con un discurso más profundo que el suyo. Sus secuaces estarán más sedientos de sangre que nunca y prometen dentelladas escandalosas.

En cuanto a Pablo Casado, quizás jamás llegue a ser presidente del Gobierno. Pero me van a faltar vidas para agradecerle la esperanza que me ha proporcionado estos días. Ahora bien: su brillante discurso necesita hechos. Un PP serio no puede permitirse contar entre sus filas a pandilleros como Andrea Levy o Rafael Hernando, intelectuales del aire como Cayetana Álvarez de Toledo o a Díaz Ayuso.

Estos días me he dado cuenta de lo que quiero a María Patiño; un querer de años, de esos tan profundos que te llevan a estar mal si la persona a la que quieres esté mal. Creo que María está en ese proceso de nacimiento a una nueva realidad que la va a hacer muy feliz. Pero pasada esa etapa se instala uno en una especie de velocidad de crucero que convierte esto de vivir en un paseo placentero, a veces incluso feliz.

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