Carmen Lomana se enfrenta a la mayor crisis de su vida y está más sola que la una

Cuando Ágatha Ruiz de la Prada destrozaba sin despeinarse el viernes a Carmen Lomana en el ‘Deluxe’ se me vino a la memoria la última escena de ‘Las amistades peligrosas’, una de mis películas favoritas. Glenn Close acudía al teatro y, al sentarse en un palco, los demás espectadores que abarrotaban la platea la abuchearon de tal manera que ella no tuvo más remedio que marcharse a su casa. Y en la soledad de sus aposentos, frente al espejo, se desmaquillaba al tiempo que no podía dejar de llorar desconsoladamente. Su gente, o la que ella creía que era su gente, le daba la espalda públicamente. Sí. Carmen Lomana me recordaba a Glenn Close. Carmen Lomana nació televisivamente en un ‘Deluxe’. Antes ya había enseñado la patita en algún que otro programa de televisión pero donde se consagró como una estrella fue en el ‘Deluxe’, las cosas como son. Aquella noche nació el “lomanismo” y sus seguidores comenzaron a multiplicarse como los panes y los peces. De aquellos que antes la aplaudían no recuerdo que ninguno permanezca a su lado. En ese aspecto es como Isabel Pantoja pero en versión alta costura.

Carmen Lomana tiene mucha gracia pero no ha sabido ponerse límites. Digamos que en algunas ocasiones no ha puesto el freno de mano y en otras ha apretado demasiadas veces al acelerador. Pero su mayor error ha sido, sin lugar a dudas, su falta de empatía. Ha demostrado poca solidaridad con todas aquellas personas que no piensan como ella. No se molesta lo más mínimo en entender al prójimo. Ese es, creo yo, su mayor error: no dar el brazo a torcer jamás.

Lomana nos volvió locos al principio porque era una rara avis. Un espécimen exótico dentro de ese mundo al que creíamos que pertenecía y en el que también se podía encontrar a Isabel Preysler, Naty Abascal o Cari Lapique. Nos llamaba la atención Carmen porque en ese universo impera la ley del silencio. Sus componentes detestan dar la nota porque prefieren vivir sin sobresaltos, ocupando páginas de revistas solo porque han cumplido años o porque han sido abuelas. Jamás se critican entre ellas porque eso las haría convertirse en carne de esos programas de televisión que detestan en público pero que consumen en privado. Pero entonces llega Carmen y destroza las leyes que rigen ese universo.

Lo que no contábamos es que partíamos de un error de base: que Carmen no pertenece a ese mundo. Que quiere, pero no puede porque no la dejan. Porque a Carmen le apasiona la exposición pública y a las otras igual pero en pequeñas dosis. En ese aspecto, Carmen vive al límite de la sobredosis pero a ella parece no importarle. Para la Lomana, cuanto más salgas, mejor. Más es más. Yo la he visto en sitios y he pensado: “¿Pero qué hace ahí?” Pues estar. Sin más.

Carmen, sentenciada

Lomana ha rajado de la Preysler, de Naty Abascal y de quien le ha dado la gana. Y nosotros le hemos reído las gracias porque nadie había hecho antes algo así. La socialité se aprovechaba de que las otras no contestaban y Carmen se ha ido confiando y confiando hasta que ha aparecido en escena Ágatha Ruiz de la Prada y la ha descuartizado mediáticamente. Como ya he escrito, el viernes estuvo en el ‘Deluxe’ y mostró una serie de audios y whats que le había enviado Lomana. En ellos vemos a una Carmen suplicando a Ágatha que le haga caso mientras que la diseñadora se la intenta quitar de encima respondiendo con mensajes tan escuetos como reveladores. Lomana, inasequible al desaliento, sigue y sigue. Pero lo que más llamó la atención fue un audio poniendo verde a El Chatarrero, a la sazón novio de Ágatha. Es decir: que una señora que presume de ser gente de bien se comporta como una auténtica criticona sin darle nadie permiso para ello. Quizás lo más cutre de todo lo visto y/o escuchado fue que Carmen se pusiera muy pesada suplicándole a Ágatha que El Chatarrero la pusiera en la mesa de una fiesta benéfica contra el cáncer y así de paso ahorrarse los quinientos euros que costaba el cubierto. Dato importante: antes de pedirle ese favor Carmen se había despachado a gusto contra El Chatarrero llamándole “gañán” y no sé cuántas cosas más. Una vez que consiguió su sitio en la cena El Chatarrero pasó a convertirse en todo un descubrimiento: “Hay que ver cuánto cambia cuando se le conoce”. Claro, claro.

Imagino a todas las damnificadas por Carmen Lomana disfrutando como locas la noche del viernes. Y no me parecería extraño que organizasen una quedada para volver a ver el programa y repitiesen cien mil veces ese momento en el que Ágatha, sin cortarse un pelo, califica a Carmen de “petarda”.

Una guerra perdida

Creo que Carmen se enfrenta a una de las crisis más fuertes de su vida. Ella, que encuentra la felicidad más absoluta posando en un photocall, cuando llegue a alguno no se va a hablar de sus trajes ni de sus accesorios sino de lo pesada que se pone para que la inviten a un sarao. Es decir: que se ha convertido en todo aquello que criticaba. En una pandillera de un plató de televisión pero bien vestida.

Lo principal cuando te enfrentas a una crisis es contar con apoyos para acudir a una guerra. Mucho me temo que en esta ocasión Carmen Lomana se va a ver más sola que la una. El establishment madrileño lo tiene claro: sin lugar a dudas se va a poner de lado de Ágatha. Porque Ágatha pertenece al club desde que nació, porque ven a Carmen como una oportunista y porque le tienen tantas ganas que se las van a hacer pagar todas de golpe. Todo esto sucedió el viernes. Carmen, en vez de quedarse en casa meditando una estrategia acertada, se presentó el domingo en ‘Fiesta’ para nada. Se la vio derrotada, desconcertada y sin argumentos. Confía demasiado en sí misma. Quizás debería escuchar más y salir menos. Al menos, por una temporada. Un lustro o así.

Blog completo en la revista Lecturas.