Anabel está rara, ahora está siempre cabreada

Fama y terapia

Cuando te conviertes en una persona popular entras a vivir en una realidad para la que nadie te ha preparado, a no ser que seas la infanta Leonor o Paquirrín, que ya eran famosos desde que nacieron. Creo que la popularidad es destructiva para los tímidos, entre los que me encuentro.

Se lo he leído a Gonzo en Vertele: “En los tiempos que corren, si te dedicas a esto y tienes la piel fina, es mejor irse a casa porque no es psicológicamente soportable” No creo que lo diga como queja, sino como la constatación de una realidad.

Es la época que nos ha tocado vivir y sería una idiotez revolverse contra ella. Es lo que hay: si no te gusta, te largas.

Anabel está rara

Está rara Anabel. Muy rara. No sé si ella se da cuenta, pero ya no es la que era. Antes se reía mucho y ahora está permanentemente cabreada. Diríase que el gen Pantoja está adueñándose de ella y se enfrenta a la realidad imaginando que el universo se confabula para hacerle la vida imposible.

Es como una continuación de su tía, pero sin su talento, es decir, una auténtica locura andante con patas. A mi programa le va de cine, pero a ella toda esta historia le hace sufrir demasiado. Sin embargo, el sufrimiento no la hace recapacitar. Quiere ser feliz sin variar ningún detalle de su comportamiento y eso es imposible. Ojalá se cuidara tanto por dentro como lo hace por fuera.

La sencillez de Canales

Y cuando menos te lo esperas se sienta alguien en el ‘Deluxe’ y te da una entrevista que desearías que no acabara nunca. Sucedió el pasado sábado con Antonio Canales. Después de su breve paso por la isla apareció en el programa dispuesto a solventar las dudas sobre la presunta estancia de Fidel Albiac en su casa tras el accidente de coche de Rociíto.

Bajó a los infiernos, entre otras cosas, por el abandono de un bailaor. Y relató cómo su adicción lo convirtió en un hombre triste. Habló de bisexualidad, de tristeza, de esperanza. En fin, de la vida. Nos conquistó a todos con su sencillez. 

Antonio Canales ha sido una figura dentro de su mundo. Todavía lo es y lo seguirá siendo, por supuesto. Pero me gustó muchísimo comprobar cómo en su discurso no había ni un ápice de resentimiento ni de añoranza por el glorioso tiempo pasado.

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